segunda-feira, novembro 20, 2006

Sugestão

Music Video Codes by VideoCure
Myspace Layouts






Sleater-Kinney

|

terça-feira, novembro 14, 2006

Sugestão





Mad Season

R.I.P. Layne Staley (1967-2002)

|

quinta-feira, novembro 09, 2006

Ortega y ballet



Fue, es y será una máquina de inventar emociones. De absorber cariño y devolver fantasía. De generar imágenes épicas, dibujadas con pintura indeleble en los corazones de los hinchas. De fabricar delirio para un podio sin tiempo.

Es el último superhéroe. El que parece acabado, acosado por sus debilidades, acorralado por vicios terrenales, y entonces muestra su costado humano y pide ayuda. Y, claro, cómo no dársela, pese a las llegadas tarde y a algún faltazo a los entrenamientos, si el hombre se desnuda y se muestra tal cual es. "Acá importa la persona, no el futbolista", se explica, aunque ni falta haría. Los hinchas lo protegen, miman a ese jujeño con alma de niño eterno, el que más veces les hizo gritar "ole" en la última década y media, a puro quiebre de cintura, su sello intransferible, talento sin fin.

Ariel Ortega, después de aquella foto desdibujada que enseñó frente a Belgrano hace 36 días, volvió una tarde, si es que puede decirse que alguien vuelve cuando en realidad nunca se fue, ni se irá, porque hay pasiones que no se borran con el tiempo.

Se levanta la gente luego del tercer gol. El grito es ruego. "Orteee...". El deseo es orden. Passarella, fiel padre adoptivo, lo mete en la cancha. Por delante, Ortega imagina sus 22 minutos más felices de los últimos tiempos. Pero no imagina tanto. La ovación se le mete entre la piel y la camiseta. La primera pelota que toca, paradoja del destino, es con el pecho, ese que le viene poniendo a las tentaciones, y enseguida sufre un foul de un Rivero celoso de ya no ser el único Burrito en la cancha. En la segunda, le devuelve de primera un córner corto a Gallardo. La tercera es un centro bárbaro que Ferrari casi transforma en gol. La cuarta se le va larga al intentar encarar a Bottinelli. Y con la quinta, no hace más que reinventar el significado de la palabra idolatría.

El pase de Tuzzio. El gesto técnico de esa zurda que mata la pelota y despatarra a Nicolás Bianchi. El pique hacia el destino. Los corazones como tambores. El tiempo que se detiene. La neurona que inventa. El botín infla un globo que vuela hacia la eternidad. El alma hecha gol. El desahogo. La locura. La camiseta que flota. Porque es gol de River, pero es más gol de Ortega. El salto del hombre, el puño apretado, la sonrisa arrugada. El éxtasis. Los mimos de sus compañeros. La magia que se impregna en los ojos testigos. El llamado de un Passarella al borde de la cancha y del llanto, el sentimiento hecho abrazo, la ovación que se repite, el héroe que agradece, los flashes que vuelven inmortal a ese momento que siempre descansará en las retinas de los presentes en semejante epopeya. El día del ídolo. La piel de gallina. Y encima, llueve. El partido es mito. Y es cuento.

Lo que sigue es cotillón. Toque y toque, acá estoy, si me extrañaban, yo también. Un pase en cortada para Ferrari que Saja consigue anticipar. El centro que captura Méndez antes de ver a Farías y servirle el quinto gol. El "Orteeega, Orteee..." se hace himno. La película que no se termina. Ortega mira y sonríe, y su sonrisa es la de todos.

Bienvenido al paraíso.

Olé

|

This page is powered by Blogger. Isn't yours?